"y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno" (Colosenses 3:10)
1. Los cambios hacia nuevas instancias de fe, de compromiso, de santidad y de perspectiva deben ser constantes en la vida del cristiano y de la iglesia.
Fui enseñado para fijar un objetivo, lograrlo y mantenerlo. Sin embargo, en mi derrotero en Cristo me dí cuenta que no estoy preparado para las grandes pérdidas que acaecen en la vida. Me quejo cuando lo que creo que debe ser no es, cuando lo que estaba aquí ya no está o aquello que tenía no lo tengo más.
Nada permanece igual. Todo está en constante movimiento y cambio, la humanidad, la iglesia, nuestra familia, y nuestras propias vidas, excepto Dios y su Palabra. Quise resistirme a esa realidad y solo me originó tensiones y sufrimientos. Por lo tanto, ahora trato de entender que todo cambia.
2. No importan las declaraciones positivas que pueda hacer, sino lo que Dios permite que se transforme en mi realidad.
Es el designio de la voluntad de Dios lo que se impone, no mi apreciación de lo que debe ser. Muchas veces me sorprendo por algo que sucede y llegué a pensar que no debió ocurrir así. Eso obedece a que consideré que las cosas deben responder a mis pensamientos.
Es imposible hacer una lectura completamente objetiva y totalmente veraz de mi realidad, siempre estará viciada de parcialidad . Me dí cuenta que la forma en que “leo” las circunstancias siempre tiene mucho de error. Cuando ocurre algo que creí impensable, la realidad me demuestra lo equivocado que estaba.
3. Cuando hay destrucción, también se produce una creación.
Mi vida fluye (como todas). Cuando algo acabó o es destruido, aparecen las semillas de lo nuevo, de lo que estaba pero no lo veía, de ese tesoro que me hace descubrir que Cristo es todo, que su voluntad es perfecta, buena y agradable.
Creo estar comprendiendo que si algo desaparece o se destruye es porque su tiempo terminó, su ciclo culminó. Solamente es inalterable Dios, su Palabra, las almas y el pacto matrimonial hasta la muerte de uno de los cónyuges.
Para que pueda avanzar es necesario que desaparezcan aquellas cosas que obstaculizan el avance, que muchas veces las abrigo como perpetuas, pero deben ceder y desaparecer para que puedan aparecer otras nuevas que Dios había preparado. Personas, hábitos, situaciones, etc. Para quien sabe mirar en el montón de escombros de eso que acabó (no es mi caso), lo que aparece es un cúmulo de nuevas oportunidades y de invitaciones hacia lo nuevo y mejor.
4. No estoy solo en el proceso de cambio hacia la meta.
El cambio personal provoca por defecto cambios colectivos, no obstante cuando el entorno se transforma no necesariamente tengo que hacerlo yo.
Toda renovación individual es también un aporte a la iglesia y al mundo donde me muevo. Al mismo tiempo, contribuir a que otros se renueven conduce indefectiblemente al crecimiento propio. El grupo social o espiritual donde me desenvuelvo influirá si se lo permito.
5. Lo que existe es un presente en movimiento.
El presente es la síntesis del pasado y la semilla del futuro. El pasado, los recuerdos, las glorias de antaño, los retiros inolvidables, lo que ya fue se manifiesta ahora de una forma diferente a como ocurrió. Por lo tanto, ya no existe como fue, ni se puede repetir aunque nuestro corazón lo desee, sino como es hoy.
No hay futuro posible para mí o para la iglesia si el presente no está completamente afianzado y se deja que fluya en el río de Dios. Lo que hay aquí y ahora es la oportunidad de modelar una semilla, de encaminar una vida, no de atrapar su futuro. Lo que está por venir, aunque lo vislumbre con fe, es en verdad incierto, por eso el momento actual es lo único verdadero y valioso.
6. No hay esencias, ni realidades fijas.
Se habla mucho acerca de la esencia de las cosas, de aquello que se denomina medular. La idea de que hay elementos fijos que son inmutables a lo largo del tiempo nos da seguridad. Por eso se mencionan regularmente todos esos conceptos que hablan acerca de realidades estáticas. Pero en realidad, el único inmutable es Dios y sus preceptos, no las cosas.
La buena noticia es que todavía puedo cambiar por la gracia de Dios! y esto es lo que Él pretende, llevarme a mayores instancias de consagración, de comprensión, de crecimiento.
7. No intentar controlar, dejar fluir
Los intentos por controlar la voluntad de Dios solo conduce a la frustración. De una u otra forma, todo es como Dios quiere que sea. Nadie tiene un control absoluto sobre el transcurrir de la vida. El cristiano es un ser que se abandonó en los brazos del Creador, no alguien ante quien se doblegan todas las cosas.
Ver el obrar de Dios en mi vida es uno de los desafíos actuales. Comprendí que no es sabio buscar el dominio de mis circunstancias o sobre los demás, sino el respeto por la intervención de Dios que la mayoría de las veces es distinta a mis deseos.
Para que pueda avanzar es necesario que desaparezcan aquellas cosas que obstaculizan el avance, que muchas veces las abrigo como perpetuas, pero deben ceder y desaparecer para que puedan aparecer otras nuevas que Dios había preparado. Personas, hábitos, situaciones, etc. Para quien sabe mirar en el montón de escombros de eso que acabó (no es mi caso), lo que aparece es un cúmulo de nuevas oportunidades y de invitaciones hacia lo nuevo y mejor.
4. No estoy solo en el proceso de cambio hacia la meta.
El cambio personal provoca por defecto cambios colectivos, no obstante cuando el entorno se transforma no necesariamente tengo que hacerlo yo.
Toda renovación individual es también un aporte a la iglesia y al mundo donde me muevo. Al mismo tiempo, contribuir a que otros se renueven conduce indefectiblemente al crecimiento propio. El grupo social o espiritual donde me desenvuelvo influirá si se lo permito.
5. Lo que existe es un presente en movimiento.
El presente es la síntesis del pasado y la semilla del futuro. El pasado, los recuerdos, las glorias de antaño, los retiros inolvidables, lo que ya fue se manifiesta ahora de una forma diferente a como ocurrió. Por lo tanto, ya no existe como fue, ni se puede repetir aunque nuestro corazón lo desee, sino como es hoy.
No hay futuro posible para mí o para la iglesia si el presente no está completamente afianzado y se deja que fluya en el río de Dios. Lo que hay aquí y ahora es la oportunidad de modelar una semilla, de encaminar una vida, no de atrapar su futuro. Lo que está por venir, aunque lo vislumbre con fe, es en verdad incierto, por eso el momento actual es lo único verdadero y valioso.
6. No hay esencias, ni realidades fijas.
Se habla mucho acerca de la esencia de las cosas, de aquello que se denomina medular. La idea de que hay elementos fijos que son inmutables a lo largo del tiempo nos da seguridad. Por eso se mencionan regularmente todos esos conceptos que hablan acerca de realidades estáticas. Pero en realidad, el único inmutable es Dios y sus preceptos, no las cosas.
La buena noticia es que todavía puedo cambiar por la gracia de Dios! y esto es lo que Él pretende, llevarme a mayores instancias de consagración, de comprensión, de crecimiento.
7. No intentar controlar, dejar fluir
Los intentos por controlar la voluntad de Dios solo conduce a la frustración. De una u otra forma, todo es como Dios quiere que sea. Nadie tiene un control absoluto sobre el transcurrir de la vida. El cristiano es un ser que se abandonó en los brazos del Creador, no alguien ante quien se doblegan todas las cosas.
Ver el obrar de Dios en mi vida es uno de los desafíos actuales. Comprendí que no es sabio buscar el dominio de mis circunstancias o sobre los demás, sino el respeto por la intervención de Dios que la mayoría de las veces es distinta a mis deseos.