Somos continuación no comienzo.



Aquellos que pertenecemos a la familia de congregaciones llamada comunidad cristiana, a quienes nos toca vivir estos días, nos reconocemos como la continuación de un mover del Espíritu Santo que se inició a principios de 1960, algo más de medio siglo. 
Ante esta realidad, quisiera mencionar cuatro cosas que necesitamos atender para que este movimiento espiritual siga siendo tal y no se desvíe de su  meta original: "Ser una familia de muchos hijos semejantes a Jesús".

1. Conocer el pasado e interesarnos por sus anales. 


El carácter de continuadores de un movimiento nos lleva inexorablemente a mirar y conocer el pasado, los comienzos, los primeros hitos que marcaron este  nuevo y glorioso periodo. 

Para entender la marcha actual de este movimiento, es necesario conocer su historia, sus raíces, a fin de no tomar caminos equivocados. Esta clase de investigación histórica aporta al discípulo una capacidad de análisis que es fundamental. 
Si queremos comprender el futuro, estamos obligados a dar una mayor ponderación a aquello que existe desde hace tiempo, en especial a aquellas cosas que permanecieron y se desarrollaron en nuestro medio.
Paul Preston expresó: "Quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores" No solamente los triunfos y las glorias de antaño nos ayudan; también se aprende de los yerros.
La compañía y ayuda del Señor desde el génesis de este mover nos da confianza en el presente y esperanza del futuro, más allá de las adversidades propias del camino.

2. Apetito por la sabiduría de nuestros ancianos.


Conocer la visión de los hermanos mayores, de los precursores del movimiento. Estos días se volvió a refrescar de manera clara y contundente nuestro comienzo. Pero también contamos con otras herramientas: testimonios personales, primeros retiros y apuntes, diálogos informales que debemos prestarle atención. 

Tenemos un caudal precioso y abundante. Los líderes prístinos fueron y son hombres que aman a Dios, conocen su Palabra y poseen una conducta irreprochable, sin llegar a ser perfectos. Hombres llenos de flaquezas pero fieles y constantes. 

3. Haber entendido su perspectiva y obra.


Hay una manera de entender y hacer la obra del Señor que nos caracteriza. El hacer discípulos, los grupos caseros, la extensión del reino de Dios han sido nuestros blasones, nuestros "puntos fuertes". Todavía sostenemos que en estas tres cosas está la médula de nuestra labor. Más que métodos se trata de principios. 

Nuestros ancianos (me refiero a los precursores del movimiento) concibieron una filosofía espiritual, una visión de lo alto, esto es lo que los cautivó y motorizó durante toda su vida. Detrás de su estrategia se encuentra un pensamiento, una forma de ver las cosas y actuar en consecuencia, no como actos aislados, del momento, o productos de la improvisación.

4.  Alta docilidad a los caminos que nos traza el Espíritu Santo.


¡La sensibilidad al Espíritu es fundamental! Cultivar esta actitud nos librará de caer en el error de recitar dogmas estériles. La docilidad al Espíritu Santo demandará de nosotros obediencia, hacer los cambios y ajustes que Él nos indique. Algunas veces habrá que seguir en la recta y, otras, dar un viraje violento para no chocar contra el iceberg de la institución y la tradición.


Comentarios