EL PASO OBLIGADO: La unidad de la fe.



Señalé anteriormente que uno de los grandes obstáculos para la unidad son las
diferencias doctrinales que tenemos los cristianos; tanto con los católicos como también
entre los mismos evangélicos.

El paso obligado para alcanzar la unidad perfecta que Dios quiere es que lleguemos a la UNIDAD DE LA FE.

Ante tantas doctrinas y enseñanzas diferentes que existen hoy, 

¿Será posible que todos alcancemos la unidad de la fe; que todos creamos, enseñemos y prediquemos lo mismo?

El texto bíblico afirma que ese proceso progresará “hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe” (Ef.4.13). Está escrito. Es palabra de Dios. Se cumplirá.

La gran pregunta es CÓMO.

En Junio de 2006 nos visitó un pastor de Recife, Brasil, llamado Luciano Figueiredo (muy
amigo nuestro), y predicó en nuestra congregación en Buenos Aires sobre "Como alcanzar
la unidad de la fe" Al final de su prédica, dije a los presentes que lamentaba que no
estuvieran en esa reunión los 10.000 pastores y otros tantos sacerdotes del Argentina
para escuchar semejante mensaje.

Trataré de transmitirles la esencia de su mensaje:

Comenzó con 1 Corintios 1.10: 

“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer”.

La solución es muy sencilla: Debemos volver al ejemplo de Jesús, nuestro modelo
perfecto. ¿Cómo hablaba Jesús?

En Juan 7:16-17, Jesús dice: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. Si
alguno quiere hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo
por mí mismo"

Si hay alguna persona que caminó sobre esta tierra y que podría haber hablado por su
propia cuenta era Jesucristo. Sin embargo, Jesús, en una demostración de absoluta
humildad y fidelidad, vaciándose completamente de sí mismo, dice: “Mi doctrina no es
mía sino del que me envió”.

En el versículo siguiente Jesús declara: "El que habla por su propia cuenta, su propia
gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, este es verdadero y no hay en
él injusticia.

Juan 8:26: “Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es
verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo”.

Juan 8.28: “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo
soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo”.

Juan 12:49: “Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, pero el Padre que me
envió, él me tiene prescripto lo que he de decir y anuncia. Y sé que su mandamiento es
vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho”.

Luciano siguió diciéndonos: Quedé muy impactado cuando llegué a Juan 16.12-14. Aquí
Jesús dice: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere. Él me glorificará;
porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”.

¡El Espíritu Santo tampoco habla por su propia cuenta!

Ni Jesús ni el Espíritu Santo hablan por su propia cuenta. Ninguno de los dos procuraron
ser originales, sino fieles. ¿Por qué hay una unidad perfecta en la Trinidad? Porque hay
una sola fuente: el Padre. Y tanto Jesús, como el Espíritu Santo lo respetaban
estrictamente.

¿Y nosotros, qué hablamos? ¿Qué enseñamos? ¿Por qué tenemos tantas divergencias
doctrinales?

En Mateo 28:19-20. Jesús le dijo a los apóstoles: “… Id y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos… y enseñándoles que guarden todas las cosas que yo os he
mandado...” 
Si todos hiciéramos eso, y no enseñáramos nuestras doctrinas particulares,
en poco tiempo llegaríamos a la unidad de la fe.

1 Pedro 4:11. “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si algunos
ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado
por Jesucristo...”

En Gálatas 1:8, Pablo dice: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro
evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema”.

Necesitamos volver a la doctrina de los apóstoles, al kerigma (predicación) apostólico.

Debemos dejar muchos de nuestros hermosos y elocuentes sermones y volver a la
sencillez del evangelio. Predica la palabra y nada más que la palabra.

(Por Jorge Himitian)

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