El primer paso para entrar en el reino de Dios siempre ha sido arrepentirse. La tragedia de hoy es que muchas personas se hacen llamar cristianos sin haberse arrepentido. Lo que deberían haber hecho es arrepentirse.
Ahora bien ¿Qué es arrepentimiento?
La mayoría de las personas creen que es una cuestión de sentimientos, de lágrimas, de sentir lástima por lo que hicieron, pero eso no puede ser arrepentimiento, eso es lamentación. Mucha gente tiene sentimientos de pesar sobre cómo vivían, me sorprendería saber que alguno de los presentes no lo hubiera hecho, lamentar algunas decisiones que tomaron en la vida. Los sentimientos de pesar son en base a lo que hemos hecho, lo que hicimos con nuestra propia vida.
También hay muchas personas que tienen un profundo remordimiento. El remordimiento es lo que sentimos por lo que le hicimos a los demás. Conocí a un hombre que padecía de una enfermedad venérea como consecuencia del estilo de vida que llevaba y le había trasmitido esa enfermedad venérea a otra persona, al enterarse se llenó de remordimiento cuando vio lo que había hecho y tenía un profundo sentimiento de remordimiento por esta causa. Pero eso no es arrepentimiento.
El arrepentimiento tiene una característica única: es lo que que sentimos por lo que le hicimos a Dios. Esto es muy diferente de pesar y remordimiento. De repente nos damos cuenta que es Dios el más dolido por nuestras acciones, como el hijo pródigo que en un momento se dio cuenta que había herido a su padre, que había pecado contra él y contra el cielo. Tan pronto viene esa convicción, que es Dios al que hemos herido, que quebrantamos la ley de Dios, que negamos el amor de Dios, que provocamos la ira divina con nuestros actos, que merecemos el juicio de Dios, que necesitamos de la misericordia de Dios y todo esto se convierte en palabras de Pablo: “la tristeza según Dios que conduce al arrepentimiento” entonces recién podemos comenzar a hablar de arrepentimiento.
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