TESTIMONIOS DEL OBRAR DE DIOS


“Siempre tenemos que ir, con un vaso de agua en una mano y en la otra una Biblia”

Esta semana tuvimos unos días de reuniones especiales que no son ni el principio ni el final de algo que venimos haciendo. El último sábado de abril de este año decidimos con el grupo familiar y la colaboración de otros grupos caseros, tener jornadas evangelísticas en un playón ubicado en barrio Ludueña, específicamente en Solís y Casilda. 

Organizamos actividades para llegar a los chicos, hicimos una obra de teatro y cuando terminó esa jornada, que fue muy fructífera, nos preguntaron “cuando vuelven”. En realidad no teníamos planes de continuar, no obstante una hermana dijo espontáneamente “el próximo sábado estamos aquí” (esas sensaciones encontradas que a veces tenemos entre  hermanos). Nos reunimos para ver que hacíamos. Dios nos dio un gran empuje y a partir de ese momento fuimos todos los sábados del año. Creo que dos sábados no fuimos porque el clima no lo permitió. El lugar está al aire libre, no hay techo, es una plaza. Estuvimos allí, con frío, viento, etc. Mientras pudimos estuvimos presentes. 

Si bien apuntamos a los chicos no  terminamos en ellos, queremos llegar con el evangelio del reino a las familias de cada uno.¡Dios está haciendo esto! 
Entonces comenzamos con niños, los vecinos se sientan en la puerta de sus casas, y se acercan donde estamos. A ellos también les hablamos y ejercemos la misericordia de Dios. Recibimos donaciones de hermanos y gente no cristiana.  Repartimos ropa, canastas familiares y ayudamos en la construcción de casas, A esa altura pensamos que sería importante  tener encuentros evangelísticos. En medio de todo esto nos encontramos con otras congregaciones que también tienen una misma carga. El Señor nos fue uniendo y   organizamos algunas actividades en conjunto. ¡Entendimos que cuando la iglesia es una el mundo cree!

La campaña en sí

Las reuniones se realizaron miércoles, jueves, viernes y sábado. Desde las 19 hasta las 21.30 horas. En estos cuatro días, varios grupos de la congregación se sumaron. Unos setenta hermanos aproximadamente colaboraron. Vimos la mano de Dios. El miércoles vino la tormenta de viento y tierra que hacía muchos años no pasaba en nuestra ciudad.  
Esa tarde los mensajitos estaban a pleno. Había ramas caídas sobre los autos y las calles llenas de tierra. ¡Y nos plantamos igual! Allí estuvimos. Contra el viento, contra el audio que no nos funcionaba. A la hora de comenzar se veían relámpagos y orábamos que el Señor pare la lluvia. El la detuvo hasta que subimos a los autos y enseguida se largó el chaparrón. Duró unos quince minutos,  si hubiese llovido una hora antes se complicaba todo. Fueron pasando las noches, mucha gente se acercó. Siempre pensamos en multitudes, sin embargo experimentamos muchas cosas. 

Una hermana que vive a tres cuadras del lugar nos dijo que desde allí escuchó toda la campaña. Personas que no estaban presentes durante la reunión a la hora del llamado se acercaban diciendo: “estuvimos escuchando”. 

Un joven estaba por armarse un cigarrillo de marihuana y en el momento del llamado pasó adelante. 

La mamá de unos chicos con los que tratamos  cada sábado pidió que vayamos a orar por ella, algunos hermanos fueron a su casa y agradeció su visita ya que que durante toda la semana había pensado en suicidarse. Ella dijo: “Llegaron justo”. 

Muchas cosas pasaron estos días, creo que hay muchas más que tienen que pasar. Un hombre apartado de Dios dijo: “Me hace tanto bien estar acá, siento la paz de Dios, quiero volver a tener esto” 
Hermanos: Qué bueno es que hagamos lo que tenemos que hacer. La iglesia de Dios moviéndose en misericordia. Estos cuatro días no son ni el comienzo ni el final. Es una parte más del proceso. ¡Sigamos haciendo!
El mundo necesita una iglesia movilizada,  una comunidad que ejerza misericordia. Recuerdo una palabra que escuché en un retiro de obreros años atrás: “Siempre tenemos que ir, en una mano llevar un vaso de agua y en la otra una Biblia” y es lo que nuestra sociedad necesita. Debemos procurar atender sus necesidades físicas y espirituales. Hay que abrazar más.
Animo a que cada uno de nosotros, dentro de nuestro ámbito, sigamos afectando con el evangelio. ¡Sé que se está haciendo! Muchas gracias.