La iglesia debe estar la mitad del tiempo afuera y la otra mitad adentro. ¡Busquemos en oración como alcanzarlo!
Esto significa factor tiempo. Todo quedará en la nada si no hacemos cambios en nuestra agenda, será 90/10, es decir 90% adentro y 10% afuera.
Necesitamos dedicar tiempo a los pecadores y evangelizarlos. No hay otra alternativa queridos hermanos, si no incorporamos esto a la agenda diremos: “Qué lindo retiro tuvimos...Dios nos habló pero seguimos igual”. ¡No seamos oidores olvidadizos de la Palabra! A partir de los cambios será más fácil activar a cada discípulo.
La consigna es multiplicar los “púlpitos”.
Cuando me convertí al Señor formamos un grupo de unos 15 a 20 jóvenes denominado Juventud Evangelizadora Unida. Tenía unos 15 años y predicábamos en ocho púlpitos por semana. El sábado cuatro predicaciones y el domingo otras cuatro predicaciones, todas en la calle. Esto significa contar con 36 predicadores por mes.
Había que predicar, estábamos con Ángel Negro y algunos más. Yo no era predicador, me obligaron a serlo, al principio discutí, les decía que no quería predicar y me respondieron que tenía que estar sujeto. Un sábado me designaron a mí. Esa semana previa tuve descomposturas de todo tipo, pensé en predicar una sola vez para que se den cuenta que no servía para esto. Pero hubo una segunda vez, en esa oportunidad me aconsejaron que no lea el mensaje, que deje el papel y le hable a la gente. Pensé ¡Cómo segunda vez!
No me dieron un curso de homilética, ni nada parecido. No aprendí a predicar en un seminario, ya predicaba cuando fui a capacitarme. En realidad, no sé si con la capacitación mejoré o empeoré.
Había que predicar en cuatro plazas el sábado y en cuatro el domingo, pero antes de las plazas íbamos a los hospitales. En ese tiempo en Buenos Aires los hospitales tenían pabellones largos, de veinte o treinta metros de camas, allí teníamos que predicar cinco minutos en cada pabellón.
No digo que hoy hagamos de la misma forma, pero sí tenemos que multiplicar los “púlpitos”. ¡Cuantos hay entre nosotros que están sentados durante treinta años y jamás los hemos invitado a predicar! Hoy tenemos un púlpito, varios pastores y cada vez que le toca a un pastor pasa más de un mes, sin contar que cada tanto viene algún invitado, entonces nadie tiene oportunidad.
Multipliquemos los “púlpitos” Aunque sea pongamos un cajón en la esquina del mercado y comencemos a predicar, llevemos algún joven para que predique cinco minutos.
El primer lugar me hicieron predicar en un colectivo, tuve que traducir al pastor Takikian, porque ese día su sobrino no pudo estar. Sinceramente no me animaba y él me dijo: “Dios te va a ayudar”. Subimos al colectivo y repartimos tratados a todos los pasajeros. Él ya estaba entrenado en esto. La primera noche de mi conversión me puso cuatro tratados en la mano para que los reparta en el colectivo. Cuando terminamos de entregarlos me dijo: “Ahora vamos a predicar”. Él no sabía ni una palabra en castellano, predicaba en armenio, lo que significaba que tenía que traducirlo. Así que le propuse que solamente repartamos los tratados respondiéndome que si predicamos la gente los va a leer con más interés. Seguí argumentando y le hice recordar que en diez minutos terminaba el viaje, y me contestó “No importa son cinco minutos no más”, Entonces se paró y dijo unas palabras en armenio y yo tenía que traducirlo, dijo: “Queridos amigos, ahora estamos viajando, pero hay un viaje más importante, es el viaje a la eternidad” “Si esta noche llegases a morir, ¿dónde irá tu alma? ¿Al cielo o al infierno?” ¡Así nos formamos! Multipliquemos los “púlpitos” lancemos predicadores, dejemos que el Espíritu Santo nos revolucione. ¡Aleluya!
Fuimos un sábado a la noche al centro de Buenos Aires, a Florida y Corrientes. Hoy no hay tanta gente por causa de la inseguridad, pero en ese tiempo andaban muchas personas. Nos paramos en esa esquina a predicar y se juntaron cerca de cien personas y cada vez se acercaban más. Mientras uno de nosotros le explicaba a la policía lo que hacíamos, los otros seguíamos predicando, finalmente no nos permitieron continuar. ¿Qué hicimos? Fuimos caminando por la vereda con la gente hacia la Avenida 9 de Julio, desde Florida hasta Carlos Pellegrini predicando en voz alta y la gente nos escuchaba con mucha atención. Cuando nos detuvimos, las personas se agolpaban y se interrumpió el tránsito. Vino otra vez la policía y nos metieron presos. Nos sentíamos apóstoles, contentos, decíamos “por fin una vez fuimos presos”.
Hermanos: No digo que hoy debemos hacerlo del mismo modo, o quizás sí. Tenemos que abrirnos al Espíritu Santo, me gusta el pasaje: “No puede el Hijo hacer nada por su propia cuenta, sino lo que ve hacer al Padre”. Debemos estar conectados al Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es original, creativo. No puedo creer que Jesús andando entre la gente no les diga nada, que no tenga una palabra de ciencia, una palabra de sabiduría, que no haya algún discernimiento para liberar endemoniados, que no haya una palabra de fe, un milagro o un prodigio. Hoy Jesús está en las calles a través nuestro. Manifestemos nuestra fe, demos libertad al Espíritu Santo, y veremos una revolución.