GENERACIÓN NI-NI


Sonia Cervantes, psicóloga y escritora, nos brinda claves para mejorar la relación entre padres e hijos, y afirma que la educación es responsabilidad de todos.

ParaSonia Cervantes los principales responsables de esta generación que ha sido bautizada como la de los “ni-ni” (jóvenes que ni estudian ni trabajan) son los educadores: padres, escuela y sociedad.

P.: “Educar es formar personas aptas para gobernarse a ellas mismas”. Es una frase del sociólogo británico Herbert Spencer. ¿Está de acuerdo?

R.: Absolutamente. El objetivo final de la educación es construir personas autónomas. Por esta razón, no tenemos que confundir educación con adoctrinamiento.

P.: Vivimos un auge de la llamada Generación ni-ni. ¿Hacia quién hay que dirigir la mirada crítica que ha hecho posible que haya ahora mismo tantos jóvenes que han llegado a este punto?

R.: Tenemos la generación que hemos educado. Ellos no son responsables de ser ni-ni, es la consecuencia del momento que les ha tocado vivir: crisis de valores, crisis económica, fracaso escolar, pesimismo colectivo. El adolescente es mucho más influenciable que el adulto porque tiene poca capacidad de autocrítica. Lo que hace es absorber todo aquello que es más evidente, palpable y que es mayoritario. La Generación ni-ni no ha salido a la luz como por arte de magia, es la sociedad la que la ha generado.

P.: El problema lo tenemos igual…

R.: Sí. Por ello esta idea cobra especial importancia en la reeducación de estas personas, ya que son jóvenes que ya han sido educados. De todas formas, no me gustan estas etiquetas porque lo único que logran es que las personas interioricen este rol y no lo quieran cambiar.

P.: Hay quién va más allá y añade un tercer “ni”. Ni tienen intención de hacerlo…

R.: Sí que tienen, lo que pasa es que también tenemos que despertar esta motivación.

P.: ¿Cómo?

R.: Lo que hace que una persona funcione no es la motivación externa, es la automotivación. Aquí entra la educación en inteligencia emocional con una visión más positiva del mundo.

P.: ¿El adolescente es rebelde por naturaleza?

R.: ¡Afortunadamente! Me encanta la rebeldía, es más, pienso que el ser humano no hubiera evolucionado sin ciertas revoluciones, especialmente intelectuales. Si eres rebelde, eres crítico. Rebelde por naturaleza lo es alguien que está en proceso de construcción, y esto hace que sea mucho más crítico. ¡El cerebro es rebelde por naturaleza! Basta que te digan que no hagas algo para que se te genere el deseo de hacerlo. ¿No es esto una respuesta rebelde? La rebeldía no es algo negativo, ahora bien, la rebeldía unida a la falta de madurez y de autocontrol, sí que lo es.

P.: ¿Cuándo tenemos que decir “no” a nuestros hijos?

R.: Cuando tú lo consideres. Evidentemente, cuando se producen ciertos comportamientos que no estás dispuesto a admitir. El “no” educa. ¿Por qué? Porque transmites seguridad. Tiene que ser un “no” en beneficio de algo, no el “no” que sale de una actitud de autoritarismo.

P.: ¿Los padres de hoy han perdido, consciente o inconscientemente, la autoridad con sus hijos?

R.: Los padres de hoy son hijos de una generación en la que la palabra autoridad tiene una connotación muy negativa. Hablar de autoridad siempre ha tenido este significado negativo. Yo hago una diferencia muy clara entre lo que es la autoridad y el autoritarismo. No seas un sargento de hierro, pero sí que tienes que poner normas.

P.: Una de las cosas que odian más los adolescentes son, precisamente, las normas…

R.: ¡Y los adultos! No lo olvidemos. No es que los adolescentes no acepten las normas, muchas veces lo que no aceptan es la manera como los padres plantean las normas y los límites, que es distinto. Puede que no lo parezca, pero ellos nos piden continuamente que los marquemos y dirijamos para que luego puedan decidir de forma autónoma.

P.: ¿Es posible una educación sin normas?

R.: Es muy peligrosa. Una educación sin normas lo que construye son personas incapaces de tomar decisiones.

P.: Teniendo en cuenta que un adolescente es una persona en construcción, ¿cuáles son los síntomas que debe tener en cuenta un padre a la hora de discernir entre una conducta natural de su edad, o una actitud que puede acabar con una pérdida total del control?

R.: Cuando aparecen ciertos comportamientos, actitudes o emociones. Si en los padres se despierta la emoción del miedo, algo está fallando. Si a la hora de educar tienen que utilizar el autoritarismo, la agresividad o la amenaza, algo está haciéndose mal. En el momento en el que se ha perdido el respeto y tienes la sensación de que aquel hijo es una persona desconocida para ti, es que hay algún problema grave. Hay dos emociones que hacen que las relaciones sean tóxicas: el miedo y la pena. Desgraciadamente, también son las emociones más frecuentes por las que los padres justifican lo que hacen cuando no lo hacen bien.

P.: Tiempo, paciencia y afecto. Son los tres elementos que usted más destaca a la hora de tutelar una buena educación. ¿La falta de tiempo por parte de unos padres cada vez más atareados para hacer frente a la situación económica actual es uno de los grandes contratiempos a la hora de educar?

R.: Lo que está fallando no es la falta de tiempo, sino la gestión de este. En tu agenda mental diaria debes tener dos conceptos muy claros: qué es urgente y qué es importante. Lo urgente es ahora y aquí, y lo importante es una cosa que puedes delegar para otro día. La educación de los hijos es urgente e importante. Lo que también sucede es que hay muchos padres que no disfrutan con la educación de sus hijos, la ven como un problema. No es un problema, es una aventura.

P.: ¿Cómo tenemos que hablar con nuestros hijos para que la comunicación sea lo más directa posible?

R.: Lo primero que debes tener presente es que el adulto eres tú y la persona inmadura y en construcción es él. Lo que hacemos muchas veces con los adolescentes es darles un discurso o un sermón desde nuestra posición de adultos, por lo que son incapaces de ponerse en nuestro lugar. Lo fundamental para una buena comunicación es la capacidad de empatizar con el otro y de conectar con sus emociones. Si conectas con sus emociones, luego podrás empezar a hablar de otras cosas. ¿Por qué ellos suelen decir que solo los entienden los chicos o chicas de su generación? Porque son pura emoción y conectan con esas emociones.

P.: El “es que tú no me entiendes” es una de las respuestas clásicas ante la aparición de cualquier conflicto…

R.: Evidentemente. El adulto siempre tiende a adoctrinar al hijo con la buena intención de que no le hagan daño y de que no le pase nada. No te preocupes que la vida ya le dará un par de sacudones y tú no podrás evitarlo. Tienes que saber escuchar antes de intervenir, ya que muchos padres se adelantan. Al fin y al cabo un adolescente lo único que quiere es ser entendido, aceptado y querido.

P.: ¿Sobreproteger a los hijos tendrá siempre un final infeliz?

R.: En la mayoría de casos, sí. Los hijos que están sobreprotegidos se ponen enfermos de forma más frecuente, por ejemplo. El niño es como nuestro sistema inmunológico, es decir, de vez en cuando coge alguna infección para poder crear defensas; tú no puedes defenderlo en exceso porque el día de mañana, cuando vuelva a sufrir el problema, no tendrá herramientas para hacerle frente a aquella situación. Lo estás educando en evitar el sufrimiento cuando lo deberías educar en cómo hacer frente a este sufrimiento. La sobreprotección a un hijo es tan o más nociva que un exceso de autoridad.

P.: ¿Los adolescentes de hoy tiran la toalla antes de tiempo comparado con otras generaciones?

R.: Es lo que ven, y sino prende la televisión. Si pueden hacerlo en un minuto y sentados desde el sofá, ¿para qué tienen que esforzarse? Siempre digo que puedes tirar la toalla, pero cuando esté muy sudada. ¡Es que la tiran seca! Tienen una baja tolerancia a la frustración porque los han sobreprotegido o no les han sabido decir no a tiempo. Cuando las cosas no salen como querrían, en lugar de analizar la situación, lo que hacen es tirar siempre la pelotaafuera.

P.: ¿En casa y en la escuela?

R.: La educación es familia, escuela y sociedad. Entiendo a la educación como un trabajo de todos, no solo de los padres o de la escuela. Cuando una persona cruza la calle ante un menor con el semáforo en rojo está educando, aunque no conozcas a ese niño de nada. Todos educamos.

(Fuente: La corriente.com)

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